No, esto no es Canadá.

A la vuelta del Yukon, después de un largo verano, tuvimos muy claro que España no era Canadá. A pesar de ello, compramos con mucho entusiasmo una canoa canadiense. Queríamos rememorar lo vivido en aquel río del Norte de América y seguir aprendiendo. La desilusión no se hizo esperar. Lo que no sabíamos era que España es el único país europeo donde uno no puede remar sin más. Mientras en sitios como el lago de Constanza, el Rhin, el Danubio o el Sena, se puede meter una canoa libremente, en España hace falta un permiso de la Confederación Hidrográfica correspondiente de cada río, lago o pantano por pequeño que sea.

Este permiso puede costar entre 30 y 50 euros al año dependiendo de la cuenca fluvial. Alrededor de Madrid tenemos el Duero, el Tajo y el Guadiana. Por no hablar del esfuerzo que significa conseguir estos permisos. Aún viviendo en la era de Internet, la solicitud debe ser imprimida, rellenada y enviada por correo, de forma individual para cada cuenca de río. La respuesta y la factura llega unos dos meses más tarde, también por correo. Nosotros nos federamos en Castilla – La Mancha, la federación con sede en Talavera de la Reina, porque gestiona permisos colectivos. Así resolvimos un primer problema.

Pero la odisea siguió. Quien tenga una canoa, más temprano que tarde, se va a comprar una tienda grande y amplia – porque no hay que cargar con ella a la espalda. En nuestro caso – fiel al estilo americano – compramos un Tipi. Nos esperaba la siguiente sorpresa.

En España está totalmente prohibida la acampada libre. Y no hay tantos campings como gustaría. La Guardia Civil pone multas de 600 a 6.000 euros por acampada libre (y la misma cantidad por remar sin permiso). La persecución de la acampada libre limita a los amigos del remo a excursiones de un día, o a irse al vecino, Portugal. Allí aún hay tolerancia con la acampada libre, al menos si es sólo por una noche.