El salvaje norte

La canoa está en otra vez en el agua, el equipaje de vuelta a bordo. Hemos llevado todo nuestros enseres por una pista para así superar el último obstáculo en nuestro recorrido, la presa de una planta hidráulica de. Nos quedan una hora y media hasta el camping de Lit en el norte de Suecia. Es nuestro séptimo día en el Harkan. Hemos remado unos 110 kilómetros el río que pasa de lago en lago a través de una región totalmente despoblada y salvaje, como quedan pocas en Europa.

Jämtland se llama la región alrededor de la ciudad de Östersund. Un par de kilómetros más al norte comienza Laponia. De acuerdo con una leyenda este paisaje boscoso de lagos y río fue creado por los gigantes. No hay nadie allí arriba. Solo en algún traslado por tierra – necesarios por alguna presa o una cascada en el río – vemos alguna persona. Es la soledad que estábamos buscando.

«Cañón» está escrito a mano en nuestro mapa topográfico, que nos han dejado en el camping. El río va tranquilo. Así que nos hemos sentado en los asientos en vez de ponernos de rodilla como está indicado en aguas bravas. De repente, después de una curva muy cerrada cambia todo.  en ambas orillas se levantan rocas. El río se estrecha y acelera. Se forman las primeras crestas blancas encima de las olas.

Se forman olas fijas con valles profundas detrás. Por debajo de agua se intuyen grandes rocas. Hay que mantener la calma. El ruido del agua es cada vez mayor. Solo gritando nos podemos comunicar. Ponernos de rodillas? Demasiado tarde, la canoa demasiada inquieta. Buscamos la linea ideal. Optamos por una y adelante. «Rema con fuerza» – repito una y otra vez mientras dirijo desde detrás la canoa como sea. El agua salpica, la canoa se mueve.

Todo menos volcar! Sería un desastre en un cañón. No hay manera de salir del río. En ambos lados hay poaredes de roca. Isabel, sentada delante, se eleva con la proa de la canoa para enseguida desaparecer en un agujero entre olas. Nos parece todo una eternidad. Hasta que de pronto, después de otra curva, termnina todo. el río se transforma en un espejo como nunca se hubiera movido tan violentamente. Sin embargo fluye rápidamente. El silencio de los bosques nos acompañan. Al final aparece el puente del ferrocarril y detrás la playa del camping. ¡Hecho! ¡De vuelta a la civilización!

Se ha portado bien «nuestro camión». Así bautizamos la canoa. Tiene tres asientos y pesa unos 40 Kilos.  Este monstruo verde de alquiler fue una solución de urgencia. Nuestra canoa plegable, noruega, se rompió a la hora de construirla. Una pieza de aluminio se fracturó. Era un fallo de producción como reconoció más tarde el distribudor. Uwe, el conductor quer nos había llevado del camping de Lit a la frontera con Noruega donde empieza la ruta, tenía la canoa pesada a pocos kilómetros y nos la dejó. Nuestra plegable se volvió con él al camping.

Uwe nos dio alguna indicación: «No os alejeís más de 25 a 30 metros de la orilla», dijo. El agua estaba fría este año, muy frío. «Si vuelcas, teneís menos de diez minutos para salir, sin no el frío os immobiliza y os ahogaís», advierte. Era un verano más lluvioso y más frío de lko normal aquí en el norte de Suecia. El nivel del agua era 30 a 40 centímetros más alta de lo normal. Una ventaja para los rapidos, porque allí elagua cubría las rocas.

Las aguas bravas eran nuestra principal preocupación. Nunca antes habíamos pasado por rapidos. Una y otra vez repasabamos en mente lo que habíamos aprendido en un curso en Polonia la primavera anterior.  ¿Quién tiene que hacer qué? ¿Cómo los comandos?

Sin embargo, el problema era otro: El viento. El valle del Harkan está orientado al este. De las montañas noruegas que aún tenían nieve el viento baja por el valle. Es así cuando hace mucho sol. Entonces en la segunda mitad del día las diferencias de temperatura entre aire y agua produce térmicas. A veces las olas eran tan altos que salpicaban por encima del borde de nuestra canoa. Varias veces tuvimos que abandonar antes de lo previsto.  Pusimos el tipi y a disfrutar del silencio y la soledad.

Así pasamos dos noches y un día entero a sólo medio kilómetro del punto donde se saca la canoa para llevarla por una pista por debajo de la presa.  Era imposible cruzar el lago. A la mañana siguiente el Harkan nos compensó con un agua como un espejo.

«¿Cuándo vaís a estar de vuelta?» preguntó Uwe a la hora des dejarnos allí arriba en el punto de partida.  «En cinco días,» contestamos totalmente seguros. «Bueno apunto que en siete», nos dijo y se marchó. Rapidamente nos dimos cuenta por qué.